LOREM IPSUM LOREM IPSUM LOREM IPSUM LOREM IPSUMLOREM IPSUMLOREM IPSUM LOREM IPSUM LOREM IPSUMLOREM IPSUMLOREM IPSUM LOREM IPSUM LOREM IPSUMLOREM IPSUMLOREM IPSUM
LOREM IPSUM
LOREM IPSUMV
LOREM IPSUMLOREM IPSUMLOREM IPSUMLOREM IPSUMLOREM IPSUMLOREM IPSUMLOREM IPSUM
LOREM IPSUMLOREM IPSUM
LOREM IPSUMLOREM IPSUMLOREM IPSUMLOREM IPSUM
miércoles, 29 de diciembre de 2010
martes, 28 de diciembre de 2010
El celular de falso profeta
¡Yayayayayaya! ¡Ya no más! ¿Sabes qué?... ¡Me rindo!
No puedo resistir más la gravedad siniestra e indefectible de la sociedad. Mis brazos están débiles, no puedo sostenerme contra la corriente del rio, debo dejar que me lleve...
Y es muy triste porque cada vez que lo miro recuerdo a John Rambo, a John Spartan o a John McClane, mis modelos a seguir, mis maestros; los tres Johnes. Ellos no se habrían dejado llevar por la moda o se hubieran sometido a la presión del estatus social. De hecho, no creo que usaran un teléfono celular más que para recibir llamadas del presidente que los necesita para que salven al mundo y para llamar a una Hotline. Porque, después de todo, ¿el tener un teléfono móvil de moda me hace una mejor persona? ¿Me vuelo acaso más inteligente? ¿Se extienden las dimensiones de mi pene? No lo creo (además de que las dos últimas hipótesis rozan las fronteras de la imposibilidad). Sin embargo el empuje del estatus económico o del falso estatus económico puede más que cualquier resistencia humanista como la mía.
No puedo resistir más la gravedad siniestra e indefectible de la sociedad. Mis brazos están débiles, no puedo sostenerme contra la corriente del rio, debo dejar que me lleve...
Y es muy triste porque cada vez que lo miro recuerdo a John Rambo, a John Spartan o a John McClane, mis modelos a seguir, mis maestros; los tres Johnes. Ellos no se habrían dejado llevar por la moda o se hubieran sometido a la presión del estatus social. De hecho, no creo que usaran un teléfono celular más que para recibir llamadas del presidente que los necesita para que salven al mundo y para llamar a una Hotline. Porque, después de todo, ¿el tener un teléfono móvil de moda me hace una mejor persona? ¿Me vuelo acaso más inteligente? ¿Se extienden las dimensiones de mi pene? No lo creo (además de que las dos últimas hipótesis rozan las fronteras de la imposibilidad). Sin embargo el empuje del estatus económico o del falso estatus económico puede más que cualquier resistencia humanista como la mía.
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